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El perdón es la acción por la que una persona, el perdonante, que estima haber sufrido una ofensa, decide, bien a petición del ofensor o espontáneamente, no sentir resentimiento hacia el ofensor o hacer cesar su ira o indignación contra el mismo, renunciando eventualmente a vengarse, o reclamar un justo castigo o restitución, optando por no tener en cuenta la ofensa en el futuro, de modo que las relaciones entre ofensor perdonado y ofendido perdonante no queden afectadas o queden menos afectadas. El perdonante no "hace justicia" con su concesión del perdón, sino que renuncia a la justicia al renunciar a la venganza, o al justo castigo o compensación, en aras de intereses superiores. El perdón no debe confundirse con el olvido de la ofensa recibida. Quien la olvida no perdona, pues no adopta una decisión de perdonar. Tampoco perdona quien no se siente ofendido por lo que otras personas considerarían una ofensa.Tampoco perdona quien deja de sentirse ofendido tras las explicaciones del presunto ofensor que hacen ver la inexistencia originaria de ofensa alguna. El perdón es obviamente un beneficio para el perdonado, pero también sirve al perdonante (que también está interesado en ver recompuestas total o parcialmente sus relaciones con el ofensor y en ocasiones cumple al perdonar una obligación moral o religiosa) y a la sociedad, pues contribuye a la paz y cohesión sociales y evita espirales de venganzas, motivo por el que religiones y diversas corrientes filosóficas lo recomiendan.

Perdon en el amor[]

También se habla en un sentido impropio de perdonar un castigo, una deuda u otro tipo de obligación, en el sentido de renunciar a exigirla.

El amor y el perdón son lo mismo, el que es capaz de amar, es capaz de perdonar, el perdón y el amor empiezan con uno mismo. Primero tienes que amarte, para poder amar a los demás, primero tienes que perdonarte, para poder perdonar a los demás. Cuanto más amor tengas para ti mismo, más fácil podrás perdonarte a ti mismo, y cuando más te perdonas a ti mismo, más puedes perdonar a los demás.

El perdón empieza con una decisión del corazón. El perdón es la puerta que te abre el amor hacia ti mismo. Comprende que dentro de ti, hay una capacidad muy grande de amar. El perdón es la llave que llevas siempre contigo para encontrar tu felicidad. Deja ya de sufrir y decide hoy amar. Deja todo lo que detiene ese amor; el odio es un amor equivocado, que sólo te hace daño. La falta de perdón te estanca, te ata, te encierra y mira hacia atrás. Deja tu pasado, suelta tu dolor, tu resentimiento, decide hoy por el amor.

El pasado, ya pasó, no existe, no tiene fuerza en ti si tú no se la das: Decide hoy por ti, tú lo mereces, tú eres digno de amar, tú mereces amar y ser amado. Tú eres bueno en esencia.

Muchas veces nos sentimos ofendidos y el que nos ofendió, ni cuenta se dio; ¡perdónale! porque él se hizo más daño que tú... libérale con tu amor. Sólo dile: “Te perdono, por no ser lo que quisiera que tú fueras, te perdono, porque no te dabas cuenta el dolor y el daño que tus palabras y acciones me causaban. Te perdono, porque yo también me equivoqué. Hoy nos damos una oportunidad, un comienzo en nuestra vida”.

Perdón: Una decisión valiente.

Perdonarse a uno mismo es probablemente el mayor desafío que podemos encontrar en la vida. En esencia, es el proceso de aprender a amarnos y aceptarnos a nosotros mismos “pase lo que pase”. Es la plenitud latente de nuestra personalidad, la que surge de la disposición de aceptar sin críticas la totalidad de quienes somos, con nuestros aparentes defectos y con los talentos de nuestra personalidad. Amarse y perdonarse son esencialmente la misma cosa.

Perdonarse a uno mismo es un fabuloso nacimiento. Es un gozo que surge en los momentos en que tenemos la experiencia directa de la compasión.

Perdonarse a uno mismo no significa justificar un comportamiento dañino para uno mismo o para otras personas. Tampoco significa que uno no sienta remordimiento por el pasado. En realidad el hecho de sentir un profundo remordimiento por el dolor causado forma parte del proceso de curación. El remordimiento puede durar toda la vida, cuando se piensa en cierta persona o en determinado incidente. Pero si hemos de avanzar ese remordimiento no puede seguir siendo una fuerza emocional predominante. Hay que abandonarlo.

El objetivo del perdón es arrojar luz sobre los engaños, temores, juicios y críticas, que nos han mantenido cautivos. Es descubrir la opción de ser libres, venciendo toda barrera y obstáculo, capaz de mirarse en el espejo y decidir “Quién soy”, “Qué quiero”, “Hacia donde voy”.

El motivo más obvio para perdonar es liberarnos de los efectos debilitadores de la rabia y el rencor crónicos. Al parecer estas dos emociones son las que más convierten el perdón en un desafío, a la vez que en una grata posibilidad para quien desee una paz mayor.

La rabia y el rencor son emociones muy intensas que desgastan nuestras fuerzas y energía de diversas maneras. Cuando vayas quitando las capas, probablemente descubrirás que esa rabia en realidad es un sentimiento superficial. No en el sentido que sea trivial o falso. Por el contrario, es un signo que invita a reflexionar, porque todo problema no es tan simple como parece. Pero debajo de ella puede haber otros sentimientos.

Cuando nos perdemos en el mundo de la rabia, nos volvemos sordos y mudos a nuestros sentimientos más profundos. Hemos aprendido a escuchar sólo aquellos que saben gritar más fuerte. Perdonar es ingresar en el mundo de los valientes.

El perdón no exige comunicación verbal directa con la persona a la que “quieres perdonar”. No es preciso ir y decirle: “Te perdono”. Aunque esto puede ser una parte importante del proceso de perdonar, con frecuencia la otra parte advertirá el cambio que se ha producido en tu corazón. El perdón es una actitud de valientes pero requiere de dignidad y de actitudes responsables, producto del amor propio y nuestra reflexiòn.

El amor es siempre la respuesta a una especie de curación. La senda que conduce al amor es el perdón. Al perdonar se disuelve el resentimiento. Ahora ya estamos en condiciones de perdonar: si deseas hacerlo, pronuncia con voz clara y sonora: “La persona a quien necesito perdonar es... y la perdono por...”

Hay tanto amor en tu corazón que con él podrías curar a todo el planeta. Pero por ahora limitémonos a dejar que ese amor sirva para curarte interiormente. Siente cómo una cálida ternura empieza a arder en el centro de tu corazón, algo afectuoso y dulce. Y deja que ese sentimiento empiece a cambiar la forma que piensas y hablas de ti mismo. Ahora puedes afirmar:

“Perdonar es, para mí, más fácil de lo que pensaba. Perdonar hace que me sienta más libre y sin cargas. Con júbilo aprendo a amarme cada vez más. Cuanto más me libero del resentimiento, tanto más amor tengo para expresar. El cambio de mis pensamientos, hace que me sienta una buena persona. Estoy aprendiendo a convertir el día de hoy en un placer. Todo está bien en mi mundo”.

La vida está comenzando otra vez ahora! Justo en este instante tienes otra oportunidad para perdonar y pasar esa página en la que has estado detenido por tanto tiempo en el libro de tu vida.

No para todas las personas es fácil perdonar, para algunas es una tarea difícil que implica darse el tiempo necesario para aceptar lo que pasó, y comprender que algo tenían que aprender a través de esa experiencia para alcanzar más madurez, fortaleza y compasión. Pensemos que en la medida en que estemos dispuestos a encarar el pasado difícil, podremos desprendernos del dolor, la rabia o el resentimiento mas rápidamente, y así llenar todo ese espacio interior con amor, empatía, alegría y confianza en nosotros, en los seres humanos y en la Divinidad.

Claves para perdonar

Ponte en el lugar del otro. Cuando conocemos la situación, las condiciones, la educación y el ejemplo que recibió la persona a la que vamos a perdonar, nos es más sencillo hacerlo.

Llena tu corazón de amor. Alimenta tu vida y llena tu corazón, con el cariño que sientes hacia tus seres queridos y usa este amor para perdonar. Hazlo desde el corazón y no con la cabeza.

No guardes expectativas. Perdona sólo cuando estés dispuesto a soltar, a dejar ir definitivamente a esa persona o a ese recuerdo de tu vida.

Practicar el perdón porque además de sanar nuestras heridas liberando las emociones negativas, debemos reprogramar nuestros pensamientos.

Vale la pena sentirse libre de todo ese veneno que nos sembraron alguna vez. No merece que sigamos recordándolo por el resto de la vida.

Acepta lo que no puedes cambiar, para poder superarlo tienes que aceptarlo. Ya pasó y no tienes forma de devolver la película, para cambiar ese momento. Así que acepta la realidad sin preguntarte: ¿Por qué en este momento?, ¿qué hice yo para merecerlo? Muchos de nosotros vivimos acompañados por una especie de voz interior que nos manipula y amarga, y si se lo permitimos, puede hacernos mucho daño: la culpa. Este es un sentimiento muy humano que a veces nos impide lastimar, afligir o decepcionar a los demás, pero que si lo llevamos al extremo puede ser muy destructivo, porque en muchos casos puede llevarnos al estancamiento o la depresión, sin necesidad. La culpa, generalmente, se convierte en una compañera negativa cuando se instala en nosotros, porque nos hace sentir disminuidos, en deuda, avergonzados y, a veces, hasta rabiosos y defensivos frente a las personas o a las situaciones que nos recuerdan el error o la falta que cometimos. La culpa es una especie de nube gris que se posa encima de nosotros, cortándonos toda posibilidad de recuperar la felicidad y mantener el bienestar personal. Si tu conciencia no te deja en paz después de haber intentado corregir o reparar el daño que has causado, o si te culpas a ti mismo por algo del pasado, vale la pena que hagas el esfuerzo de perdonarte y darte otra oportunidad para resolverlo. La culpa es como un dolor, que a veces nos muestra que algo no anda bien en nuestra vida y nos recuerda que debemos hacer cuanto sea necesario para calmar el dolor y sanar la causa que la produce.

Si en tu vida hay culpa Haz lo posible para reparar el daño. Si has cometido un error o le has causado un daño a alguien con intención o sin ella, siéntete dispuesto a pedir disculpas y a hacer cuanto sea necesario para corregirlo o sanarlo. Ponte en acción y deja de castigarte recordando lo que pasó una y otra vez. Piensa en cómo podrás resolver la situación y enfrenta a las personas involucradas, muestra tu arrepentimiento y la disposición de reparar la ofensa o la situación.

Perdónate. Usualmente somos muy severos con nosotros mismos, debemos aprender a perdonarnos y ser más flexibles con nuestros errores y debilidades, sin juzgarnos tan duramente. Ya no podemos cambiar el pasado ni borrar lo sucedido, pero lo que sí podemos es estar atentos y concentrarnos en el presente, para no volver a repetir el error. Acepta las cosas como son y haz lo que puedas para reparar tu equivocación hasta donde sea posible. Entrega a partir de ahora lo mejor de ti, para sentirte orgulloso, tranquilo y sin culpa.

No dejes que te manipulen. No permitas que nadie te haga sentir culpable, una frase, un gesto, un silencio prolongado pueden hacer que nuestra conducta cambie y terminemos haciendo algo que no queremos hacer. Para evitar la manipulación, busca qué es lo que puede hacerte sentir culpable, aquello que te causa inseguridad, como el trabajo, la relación con tus hijos, tus padres, tu pareja, los amigos. Revisa quiénes de estas personas te hacen sentir culpable, quién te remueve los miedos y quítales ese poder. Decide, a partir de ese instante, llevar las riendas de tu vida.

Haz lo que puedas, de la mejor manera. Existe un límite para todo, llega hasta donde humanamente puedas para resolver esa situación difícil, pero si en algún momento hacerlo comienza a perjudicar tu equilibrio emocional, detente y acepta tus limitaciones, porque a veces no podemos solucionar todos las situaciones. Esperar la perfección de un mismo o de una situación puede complicarlo todo, especialmente cuando involucra la voluntad y la participación de otras personas.

Levanta tu estima. Las personas que se sienten culpables, usualmente tienen actitud de perdedoras, porque evitan el éxito y la felicidad al creer que no lo merecen. Para terminar con esta situación aprende a reconocer tus aciertos y acepta que tu felicidad y éxito personal, no son la causa de que otros fracasen.Vive la vida a plenitud, reconociendo tus errores, dispuesto a corregirlos y a aprender de ellos.

¡Te mereces otra oportunidad!

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